lunes, 9 de febrero de 2009

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Entre los que traicionaron la causa de liberación de la revolución wayuu, estuvieron: Juan Martínez (alias el comandante Jerónimo) quien era informante y en dos ocasiones junto con la inteligencia me tendió trampas para capturarme. Eudo Urdaneta, un adeco infiltrado, que se beneficio de la ocupación y luego trabajo y lucho para destruir el trabajo de nuestra organización, colocando denuncias en jefaturas, comandos policiales, asamblea legislativa y hasta en la inteligencia del ejército. Junto con este actuaron en la contra revolución, Rita Ramírez, Julio Barrios, Cecilia Jayariyu, asesorados por Mariyulis Urdaneta, concejal de Acción Democrática. También es bueno recordar que en la lucha por la tierra murió Ricardo Montiél, uno de nuestros combatientes, hubieron presos y heridos, entre ellos Ana Cleotilde González, todo esto ocurrid en cuatro violentos desalojos contra la comunidad revolucionaria. El trabajo mas efectivo de la contra revolución consistía en dividir la comunidad revolucionaria y enfrentarla, obstruir la revolución. La denuncia ante inteligencia de la primera brigada hablaba de la creación de la columna guerrillera. La Inteligencia de la primera brigada comisiono al sargento Rivera, para entregar la boleta de citación contra Alirio Rodríguez y mi persona, cuando el sargento llego a la comunidad, la comunidad quiso lincharlo y lo salve. La comunidad revolucionaria tenía una experiencia amarga con los cuerpos represivos, por eso se indignaron por la presencia militar, pues recordaron todos los abusos de los que fueron victimas durante los desalojos. Yo actué con nobleza al rescatarlo, la comunidad lo culpaba de la quema de sus enseres, las detenciones y las torturas. Otro en mi lugar no lo habría salvado y mas si se toma en cuenta todas las golpizas y temores que viví en el batallón de tropas especiales de Venezuela y el teatro de operaciones numero dos. Fui más noble que el capitán Baute y el sargento Balzan. Me comporte como un verdadero comandante revolucionario, al proteger su dignidad humana, no importándome que se tratara del enemigo de mi causa. Me dolía enormemente cuando los llamados revolucionarios les creían