lunes, 9 de febrero de 2009

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indígena de este barrio. Traer la gente de Maracaibo hasta Dos de febrero y desde este subir a la Sierra de Perija. Mi resolución era finalmente alzarme en armas. No me importa con cuantos, ni las condiciones logísticas y económicas del alzamiento. El presidente de la asociación de vecinos del barrio, en quien confié me vendió, informando al ejercito de mi presencia en el barrio. A los pocos días percibí el extraño movimiento de la inteligencia militar. Una noche oscura estaba yo en un rancho, donde dormía, cuando escuche un ruido de vehículos que entraban en la comunidad. Me preguntaba que clase de vehículos podían ser aquellos para hacer tanto ruido ¿y porque tantos? El corazón me salto al comprender. Eso es un comboy de vehículos militares M-35. Por la forma como vienen entrando están haciendo un circulo envolvente. Salí para ver si tenía tiempo de escapar. Ya era tarde, la tropa avanzaba hacia mi, obligándome a tirarme en el suelo, luego me requisaron poniéndome las botas sobre mi cuerpo y las trompetillas de los fusiles apuntándome. Otros entraron al rancho; pasados unos minutos un soldado apareció mostrando mi pasamontañas. Mi capitán mire lo que encontré, decía mostrando la capucha y el sombrero camuflajeado con las insignias de tres estrellas doradas que representaban mi grado de comandante. Cuando el capitán miro esto grito ¡cúbranse estamos en territorio enemigo! Como en desbandada corrieron a ocultarse, mientras me gritaban, si te levantas te volamos la cabeza. El capitán ordeno a la escuadra de reconocimiento inspeccionar el área. Varios elementos de tropa salieron a cumplir la orden. Al poco avisaron que la zona estaba despejada. Un sujeto alto y delgado me levanto violentamente del suelo y apoyo en mi estomago la punta de un enorme cuchillo tipo piraña. Me grito en la cara, ahora me vas diciendo quien eres tu y que haces aquí o te abro en canal; ¡tranquilícese sargento! le respondí mirando sus insignias, somos la misma gente; a otro con ese cuento una mentira mas y te abro en canal. El hombre estaba excitado. Tenía que darle una palabra que le gustase. Esta bien, yo le colaboro, pero quíteme el cuchillo. ¿Cómo te llamas? Pregunto retirándome el cuchillo. Teodoro Rafael Darnott. ¿Quién eres tú?