lunes, 9 de febrero de 2009

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caminando siempre por los cerros, va a salir a Coloncito. A la puerta del cementerio. Camine un tiempo, no se cuanto hasta que llegue frente al cementerio, como me dijeron. Entre de noche a Coloncito, busque una iglesia evangélica y le conté al pastor mi experiencia. El pastor me ayudo, me regalo una ropa limpia y me permitió bañarme, también me dio algo de comer, luego me acompaño a la salida del pueblo y me embarco en una gandola lechera hacia Maracaibo. Por el camino tuve que contarle al chofer mi situación, ya que tomo la vía por donde estarían los operativos. No te preocupes hombre, por esta vía pasan cientos de gandolas lecheras; ellos no la detienen. Colócate mi gorra y esta toalla en el cuello y te recuestas contra la puerta y ellos al verte pensaran que eres el ayudante. Hice como el me dijo. Pasamos por todas las alcabalas. En una de ellas mire al sargento Balzan y al capitán Baute, los cuales hicieron señal para que la gandola pasara más aprisa. Fue un viaje muy tenso. Por fin entramos a la ciudad de Maracaibo, sentía prisa por llegar al rancho y encontrarme con los míos. Al entrar en la comunidad, los amigos se alarmaron y me dijeron estas loco, como se te ocurre aparecerte, te andan buscando la guardia y la policía. ¿Cuánto tiempo hace que estuvo la ultima patrulla?, quizás unos diez minutos, pero regresaran. Así han estado, van y viene. A pesar de la advertencia llegue hasta el rancho pude abrazar a mi mujer, saludar a mis cuñados. Adelaida me dijo, Teodoro tienes que irte horita, las patrullas no salen de acá, a cada momento están llegando, como si supiera que tu vienes hacia acá. Tome un poco de comida, una ropa y salí nuevamente, hacia la casa del Guapito. En casa del Guapito estaban otros wayuu amigos. El me dijo, tranquilo comandante que aquí esta usted seguro, nadie lo delatara. Mande a llamar al Catire Sierra, Lucas, El papi, Hilario y Luís. Mande a comprar chirrinchi y empezamos a beber para celebrar mi libertad, como era mi costumbre cuando bebía, se me pasaron los tragos. El chirrinchi me hizo incorporar los espíritus; el temor desapareció. Ya no le temía ni al mismisimo diablo. En medio de tragos les relate mis aventuras, las cuales celebraron como heroicidad. ¿Y que harás ahora comandante?, Organizar mi ejercito y luchar, si