lunes, 9 de febrero de 2009
6
mi esposa Maria Elena y mi hija Ana Cecilia, llegamos a vivir en el helicoide en calidad de familia damnificada. En Caracas, sin titulo alguno logre colocarme al servicio de las mejores agencias de seguridad e investigaciones. Clave uno de Ángel Urueña Almolda; Cinco cero de Vidal Castro, Sicoin de José de Jesús Navarro Dona, GPS, grupo profesional de seguridad de José Gabriel Lugo Lugo, antigua I.C.I. Investigaciones Comerciales e Industriales de Luis posada Carriles; también trabaje en Correproca, una empresa de escolta adscrita a la división 33, custodia de personalidades de la DISIP. Logre entrenarme en la mejor academia de artes marciales del momento, la de Marcelo Planchar, ubicada en la Urb., las Mercedes. En fuerte tiuna me entrene en tiro al blanco.
Mi nueva vida seguía siendo la un hombre pobre, pero había mejorado notablemente. Todos mis estudios eran por medios autodidácticos. Cuanto ganaba lo votaba en los bares de la Av. Nueva Granada. Mientras mi pobre esposa trabajaba como dependiente en una tienda, para soportar el gasto del hogar. En muchas oportunidades pasaba frente a la casa llevando otras mujeres en la parrilla de mi moto. Con inmenso dolor hoy tengo que confesar haber repetido en ella la violencia, heredada del carácter de mi padre. Hasta las mismas palabras usadas por mi padre contra mi preciosa hija. Un día le di un golpe a Maria Elena y le desprendí el pabellón de la oreja la cual casi pierde. La lleve a una clínica privada donde para no denunciarme el medico me cobro muy caro; luego abandone a mi esposa y a mi hija. Lo hice porque reconocí en mí un hombre malo y temí hacerles un daño mayor. Así se lo confesé a mi esposa. Las amaba, mas no confiaba en mí, ¿Cómo podía hacerles promesas de cambios que no seria capaz de cumplir?
Me fui del hogar abandonándolas a su suerte. Tome un bus para la ciudad de Maracaibo sin siquiera conocer a alguien en esa ciudad. El primer lugar donde dormí fue en el Paseo ciencia, en la cede principal del M.I.R. Movimiento de Izquierda Revolucionaria; trabaje para la agencia de detectives privados de Manuel Felipe Moreno, también con el detective Carlos Omar Arenas, con quien me unió una gran amistad, mas que un amigo fue como un hermano. Los compañeros de trabajo me consiguieron alojamiento en la casa de Antonia Gómez en el barrio Carabobo al sur de la ciudad, allí conocí a Maribel Atencio Rivas.