lunes, 9 de febrero de 2009

8

Cinturón de Miseria
Con el pueblo Wayuu que habita en los barrios de la periferia de la ciudad de Maracaibo me toco vivir el más inhumano drama de la pobreza. Otro mundo, donde se combinan cultura y miseria. Este drama comienza con la toma de la tierra, en las llamadas invasiones. Como la comunidad Wayuu no tenia para comprar la tierra. La necesidad de esta se resolvía por medio de las invasiones. Luego tocaba defender la invasión, contra la Guardia Nacional y la policial Regional. Aquellos espacios se convertían en autenticas campos de batallas. Disparos de perdigones, gases lacrimógenos y plan de machete. Eran las armas de la Guardia y la policita, además del fuego para quemar los ranchos, los enceres domésticos. En algunos casos hasta personas fueron quemadas. Los Wayuu se defendían con las junayas (hondas para lanzar piedras) y bombas incendiarias. Tantas veces desalojaban el terreno, otras tantas era vuelto a ocupar. Había rebeldía y dignidad indígena en la lucha por la tierra. Después llegaba la victoria. Así se iban levantando las rancherías Wayuu en el área perimetral de Maracaibo lo que denomino Cinturón de miseria. Así pagamos el precio de ser indios y marginados, invasores en nuestra propia tierra. En estas tierras están nuestro sudor, sangre y lágrimas. Por eso para recordar a las generaciones futuras el precio pagado por nosotros, les colocamos nombres que recuerden nuestro dolor y nuestra lucha. Los planazos. La revancha. La resistencia. La nueva lucha; Aprendí a cantar el jayeechi, canción Wayuu que cada uno compone para relatar sucesos de su vida. Me convertí en un Wayuu. Hasta tal punto que se llego a dudar sino era mestizo. El hambre, la enfermedad y la muerte de mengua, formaban parte de la realidad que vivíamos día a día. Alto índice de desnutrición y mortalidad infantil, analfabetismo, inconciencia e insensibilidad ante el propio drama de muerte en que vivíamos. Pues la muerte cohabitaba con nosotros. Dormía en nuestros chinchorros y se sentaba a la mesa como un miembro más de la familia. También me enferme gravemente de tuberculosis. En la comunidad indígena, a los enfermos casi siempre se les abandona, pues se convierten en un nuevo peso, que agrava la difícil situación al no disponerse de los medios económicos. Y es que ni siquiera los hospitales públicos dejan